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  WALTER TIME
CAFÉ PERPETUO
LA VIDA ME HA DADO LA OPORTUNIDAD DE TENER MUCHOS AMIGOS. UNO DE ELLOS, CON EL QUE COINCIDÍ EN VARIAS OCASIONES HACE YA ALGUNOS AYERES, PASÓ A LA HISTORIA COMO UNO DE LOS GRANDES MAESTROS DE LA RELOJERÍA. HE AQUÍ EL RELATO DE UNO DE ESOS ENCUENTROS.
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WATCHTIME MÉXICO | Third Edition / 2020
El reloj que creó Breguet para la
reina María Antonieta incluía un total de
23 complicaciones, como repetición de minutos, calendario perpetuo y ecuación de tiempo.
Abraham-Louis Breguet parecía cansado. O así lo recuerdo. Era alrededor del año 1788, y las ca- lles sobre Quai de l’Horloge bu- llían con el trajín habitual de cualquier ma- ñana de verano. Los parisinos salían desde temprano a disfrutar del sol en días claros, y esa vez no fue la excepción.
Quedamos de vernos frente a su taller para caminar desde ahí al Café Procope, ubicado a escasos minutos a pie, sobre la Rue de l’Ancienne Comédie. Sentados a la mesa, Breguet habló de la familia, alguna anécdota que involucraba a Antoine-Louis, su hijo —quien por aquel entonces rondaría los 12 años y ya mostraba cierta curiosidad por los guardatiempos—, y de su esposa Cécile, a quien conocía bien, y de quien siempre habló maravillas. Un caballero en toda la extensión de la palabra.
No hablamos realmente de política. Eran tiempos complicados, y se sentía ya el hartazgo de la gente por doquier. Por su- puesto, no era momento para presumir sus Perpétuelle, aunque fuese él solamente su creador y no su portador, y por eso no demoramos mucho. De su bolsillo extrajo la última pieza, ya terminada. Sin dilación, con movimientos rápidos, descubrió la tapa de protección y me mostró el movimiento, que lucía grandioso con su particular me- canismo de cuerda en forma de ancla. Al frente, la esfera, grabada con un delicado patrón guilloché y con las agujas azuladas, que pronto se hicieron famosas, revelaba
“DE SU BOLSILLO EXTRAJO LA ÚLTIMA PIEZA, YA TERMINADA. SIN DILACIÓN, DESCUBRIÓ LA TAPA DE PROTECCIÓN Y ME MOSTRÓ EL MOVIMIENTO,
QUE LUCÍA GRANDIOSO CON SU PARTICULAR MECANISMO DE CUERDA EN FORMA DE ANCLA.”
una combinación arábiga para los numera- les. El segundero, completamente funcional, avanzaba con pequeños saltos a las 6 ho- ras. Tenía varios encargos en puerta; tres, para ser precisos. Y sentía la urgencia de terminar con ello porque, decía, le quitaban tiempo para sus grandes proyectos, como si aquello, los Perpétuelle, fuesen poca cosa.
Habló, por supuesto, de lo que habían mejorado las cosas con la llegada de Guide, pero refirió que, en parte, el trabajo de pa- pelería era también otro factor que le hacía demorar con sus creaciones y patentes. Ahí fue cuando me habló por vez primera de la idea de crear un mecanismo que com- pensara los efectos de la gravedad. En un primer momento sentí que me estaba to- mando el pelo. Pero era Breguet, y la mi- rada adusta, con esa seriedad que siempre lo caracterizó, me confirmó que hablaba en serio. También me habló del proyecto de su vida, que en ese momento seguía en boce- to, y era el encargo de la reina. Hablamos de ideas, ruedas, mecanismos...
Me despedí de él con la gratitud de siempre, lamentando que la vida me llevase a otras latitudes y me impidiese ver sus nue- vas creaciones, que verían la luz mucho des- pués de que se desatara el caos en París.



















































































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